martes, 10 de abril de 2007

REFLEXIONES DE ALFONSO USSÍA


Como habréis podido apreciar en estos casi tres meses de vida del blog, no hemos querido poner como entrada o post ningún articulo de opinión de ningún periodista o escritor del panorama nacional. De hoy en adelante lo haremos en los casos que consideremos interesantes para los amigos de este blog. Hoy le toca el turno a un articulo del pasado domingo de Alfonso Ussía. Merece la pena leerlo. A socialistas y populares os pedimos que os olvideis por un momento cuando Ussía escribe sobre PP y PSOE, la reflexión está en el resto del articulo. ¿Es lo que piensan muchos españoles o es simplemente un claro ejemplo de la derecha rancia que dice el Gobierno?.
El articulo se encuentra en el interior de este post.
Esperamos vuestras opiniones.

7 comentarios:

made in pedrezuela dijo...

“¿Quiero la Guerra Civil?” por Alfonso Ussía

Entré, con inexperiencia e ignorancia, en el mundillo conspirativo de la política a los trece años. Formaba parte de unas Juventudes Monárquicas que se reunían en el palacete de Motrico, en La Castellana, el solar que ocupa actualmente La Caixa. Allí Areilza nos informaba de la situación y nos pedía firmeza para propagar, en colegios y universidades -a los mayores-, el mensaje de reconciliación de la Corona desterrada. Nunca más España enfrentada y siempre señora de sus destinos a través de la soberanía popular y los votos democráticos. Nunca más una España privada de libertad y a espaldas del Estado de Derecho. Nunca más una España ciega ante los derechos humanos. ¿Quería la Guerra Civil?

A la muerte de Franco, fui uno más de esos millones de españoles contagiados por la esperanza. Asistí al proceso de descomposición del anterior Régimen, que se hizo el «harakiri» -¿recuerdan la admirable intervención de Miguel Primo de Rivera y Urquijo en las todavía «Cortes Españolas»?-, abriendo el camino de la Transición. Voté afirmativamente, sin estar de acuerdo con algunos de sus contenidos y conceptos, en el «Referéndum» de la Constitución. Era mucho mejor lo bueno que lo malo, y aquella Carta Magna amparaba a España, a los españoles, a sus libertades y dignidades, a sus derechos y obligaciones. ¿Quería la Guerra Civil?

No he dejado de votar en ninguna convocatoria, y siempre lo he hecho a partidos políticos democráticos. Voté a UCD en los principios y he votado hasta las últimas elecciones al Partido Popular. Soy mayor de edad y dueño de mis ideas y de mis impulsos, y seguiré votando al Partido Popular hasta que me decepcione o intuya que ha perdido la decencia política, eso que todavía está buscando el PSOE desde los últimos años del Gobierno de Felipe González. ¿Por votar a un partido político democrático con más de diez millones de votos quiero la Guerra Civil?

Asumo y defiendo la letra y el espíritu de nuestra Constitución, creo en una España libre y desarrollada, en la diversidad de sus regiones y autonomías y la solidaridad entre todas ellas. ¿Quiero la Guerra Civil?

Creo en la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Creo en los brazos abiertos a los inmigrantes como individuo de una nación rica y privilegiada que en tiempos menos propicios fue de emigrantes. Quiero justicia, y no venganza, con los terroristas, y quiero justicia, admiración, gratitud y cariño, que no desprecio, olvido, desafecto o insulto con las víctimas del terrorismo y sus familias. ¿Quiero la Guerra Civil?

Soy cristiano y católico, pero respeto todas las creencias y agnosticismos, respeto en el que no soy correspondido por muchos que afirman respetar a los demás. ¿Por ser cristiano y católico quiero la Guerra Civil?

Pago mis impuestos, cumplo con mis obligaciones ciudadanas, trabajo honradamente, amo apasionadamente a la libertad y me siento español por los cuatro costados, por ser madrileño, vasco, andaluz y catalán. ¿Sentirse español por los cuatro costados es querer la Guerra Civil?

No soporto la violencia, ni la sangre, ni el terror, ni la mentira política, ni la traición, ni la injusticia. ¿No soportar el terrorismo es querer la Guerra Civil?

Me siento humillado cuando mis gobernantes, que son los míos aunque no los votara, porque asumo hasta el final el valor individual y colectivo de los votos, me siento humillado -insisto-, cuando compruebo que esos gobernantes me desprecian y me insultan, me llaman fascista por no coincidir con sus indignidades, me tildan de guerracivilista por no callar ante su entrega a los que llevan matándonos durante décadas, por no silenciar pactos y maniobras exclusivamente destinadas al mantenimiento de su poder, con partidos políticos nacionalistas cuyo único objetivo es romper el mapa de España. Partidos, además, que en sus gobiernos autonómicos han establecido regímenes y sistemas sostenidos por falsedades históricas y odiosas diferencias raciales. Autonomías en las que existen ciudadanos de distintas categorías, de acuerdo a sus ideas, y capacidades de sumisión o aceptación de los dogmas nacionalistas. Si quiero la libertad plena de todos los españoles, ¿quiero la Guerra Civil?

No tengo inconveniente en hacer público que tengo el derecho de reconocerme monárquico. Creo en La Corona y en su poder arbitral. Creo que en una nación como la nuestra, incomprensiblemente invertebrada, el Rey cumple a la perfección su cometido de árbitro de las pasiones y los desencuentros políticos, y sobre todo, en la representatividad de su figura, en el prestigio internacional de la Institución y de su persona, en su prudente y respetuosa manera de manifestarse y en su sentido del equilibrio y la justicia. ¿Creer en el Rey y en sus funciones constitucionales es querer la Guerra Civil?

Y creo, y amo, a los símbolos que nos unen aunque algunos los rechacen por incomprensibles resentimientos. Quiero y amo, porque me considero parte de ella, a la Bandera de España, que me abraza y me emociona, y por cuanto significa. ¿Querer a la Bandera de España, de una España libre y democrática, es querer una Guerra Civil?

Respeto todos los idiomas, dialectos y lenguajes que se hablan en España, pero sobre todo -por razones de obvia utilidad y sentido común- el idioma español, que no castellano - «el castellano es el bellísimo español que se habla en Castilla», que dijo Cela-, una lengua que une no sólo a todos los españoles, sino que supera océanos y hablan más de 400 millones de habitantes de este mundo. Nuestra mejor joya es la palabra. Y considero una imbecilidad que, mientras crece en el mundo el español, en algunos lugares de España se pretenda amordazarlo por los nacionalismos paletos. ¿Creer en el español es querer la Guerra Civil?

Reconozco que me están volviendo loco. Amo a España, a todas sus gentes, soy parte de ellas y de todas ellas me enorgullezco. Amo su diversidad. Vivo en su libertad y tengo los derechos que su Estado de Derecho me garantiza. Pertenezco a la generación de la reconciliación y el pacto hacia el futuro. Odio el terrorismo y la violencia. A pesar de todo ello, y de ahí mi inicial locura, me están haciendo creer que quiero lo que más detesto y defiendo lo que jamás haría. ¿Ustedes creen, de verdad, que amar todo lo que amo es querer la Guerra Civil?

Anónimo dijo...

La Comundidad de Madrid gasta cinco veces más que Cataluña

Aguirre lidera el ranking de autobombo institucional

ELPLURAL.COM

La Comunidad de Madrid gasta en campañas de publicidad institucional casi tres veces más que Andalucía y multiplica en cinco el presupuesto de Cataluña en este capítulo. Buena parte de los cerca de 160 millones de euros que Aguirre destina a publicidad van a parar a la compañía de Miguel Ángel Rodríguez, su ex compañero de Gobierno bajo la presidencia de Aznar.
Noticias relacionadas42 millones de euros para Miguel Ángel Rodríguez por publicidad institucional Miguel Ángel Rodríguez se inventa una tele pirata para atacar a ZP Aunque el Gobierno de Madrid no hace públicas las cifras, según las partidas presupuestarias de las diferentes consejerías y empresas públicas se puede concluir que Esperanza Aguirre destinará a publicidad institucional durante este año unos 160 millones de euros, según informa El País.

Así, el Gobierno madrileño destina a crear una buena imagen de sus servicios públicos (hospitales, inmigración, agua, hospitales, metro, etc.) casi la mitad de la totalidad de lo que destina el Gobierno central a través de todos sus ministerios, que suman un gasto de 268 millones de euros.

Para dimensionar estas cifras, el diario señala que la Junta de Andalucía, con un presupuesto total mayor a la Comunidad madrileña, destina a publicidad institucional 56 millones. Mientras, Cataluña dedica a este capítulo 30,7 millones de euros, lo que significa la quinta parte que Aguirre y apenas algo más que el Ayuntamiento de Madrid (29,2 millones).

Esta generosa política de autobombo de la presidenta cuenta, además de la imagen de Aguirre, con otro beneficiario principal: Carat España, la empresa de publicidad en la que trabaja Miguel Ángel Rodríguez, ex portavoz del primer Gobierno Aznar que ahora critica al Gobierno socialista desde diferentes medios. La empresa publicitaria que llegara a presidir Rodríguez, y a la que sigue vinculado, recibió en 2006 encargos de la Comunidad de Madrid por valor de 42 millones de euros.

king dijo...

UNA gran parte de nuestra ciudadanía -tengo para mí que es una mayoría clara- deplora profundamente lo que está sucediendo en la vida política española. No puede expresar con claridad y con fuerza ese sentimiento porque, de un lado, la estructura de la sociedad civil es todavía pobre y de otro por el comportamiento sectario de los medios de comunicación. Pero que nadie piense que lo que reflejan esos medios define la auténtica realidad del país. Sería un grave error.
La dialéctica cada vez más agresiva y vociferante del PP y del PSOE, además de molesta y aburrida, es injustificable y realmente peligrosa. La polarización está creciendo y desarrollándose de forma incontrolada desplazando a ambos partidos a sus ideologías y actitudes clásicas y extremas, eliminando o silenciando a los moderados, simplificando de forma grosera y aún ridícula sus mensajes, reviviendo ensueños y fantasmas históricos, sembrando y recogiendo odios de una intensidad desconocida y aplicando la doble moral de forma automática sin el menor pudor, con una dolorosa desfachatez. Por su parte, los medios de comunicación participan en estas pendencias y desencuentros con mucha más pasión y sectarismo que los propios partidos combatientes. Se deleitan, se regodean en ello. Arriman el ascua a todas las sardinas propias o ajenas y desvelan sin cesar -como si se tratara de programas de corazón- nuevas causas o razones para el divorcio y el enfrentamiento.
La pasión por la verdad, por lo justo y por lo objetivo, lisa y llanamente, se ha esfumado. A nadie le interesa ya la información real, la información a secas, sino los análisis más envenenados, más ofensivos, más descalificadores, y con preferencia especial, los más groseros. Es ahí donde combaten plumas y mentes que hasta hace poco tiempo parecían llamadas a tareas más nobles, incluyendo la de la defensa de la libertad de expresión que ha desaparecido de la escena. Lo que agrava esta situación es que ni los medios de comunicación, ni los partidos políticos toleran la más mínima neutralidad ante el conflicto. No aceptan, en ningún caso, las críticas constructivas por constructivas que sean y aún menos la moderación o ponderación en el juicio. La opción es muy simple: o se está con ellos del todo dándoles la razón absoluta o se está contra ellos y se pagan -como ya saben algunos- las consecuencias.
Aunque lo parezca, la descripción anterior no es una parodia. Es de hecho una descripción muy suavizada de una realidad que, en opinión de los propios políticos, no sólo no mejorará sino que puede ir empeorando hasta que tengan lugar, por de pronto, las próximas elecciones municipales y autonómicas y, luego, las generales. La sociedad civil tiene que evitar que se cumpla este pronóstico sencillamente desolador. Vamos a tener que insistir seriamente en las siguientes ideas:
- La radicalización artificial y sistemática como táctica o estrategia para alcanzar o defender el poder es una práctica inmoral y ofende a la ética política. No es, en ningún caso, un derecho democrático.
- La radicalización no es un ejercicio sin consecuencias. No es algo gratuito. Daña la imagen positiva del país y genera altos costes económicos, tanto visibles como invisibles, como consecuencia de la creación de climas de riesgo o inseguridad.
- La radicalización carece de toda justificación y contrasta brutalmente con el buen comportamiento de otros estamentos en el mundo profesional y cultural donde se sigue operando con criterios llenos de sensatez. El caso más singular es, sin duda, el del diálogo social en donde los sindicatos y las organizaciones empresariales están dando un esplendoroso ejemplo de convivencia civilizada y eficaz siendo, como son, esencialmente plataformas reivindicativas y defensivas de intereses.
- La radicalización política impulsa y fomenta la radicalización de otros estamentos y tiene una especial incidencia en un estamento como el judicial, lo cual genera una profunda inquietud en la opinión pública.
- El derecho a discrepar radicalmente no es un derecho absoluto. Hay temas en los que, al estar afectado el interés colectivo de una forma directa, clara, intensa y dramática, ese derecho a discrepar desaparece en su integridad. Hay varios temas en los que se aplica este principio, pero en estos momentos hay que destacar el de la lucha antiterrorista: en este caso, el derecho a discrepar se transforma en una obligación de consensuar que no admite excusa alguna. El PP y el PSOE y los demás partidos políticos tienen que sentarse ya - mañana sería demasiado tarde- a negociar una salida a la situación actual, incluyendo entre los acuerdos el relativo a la despolitización y a la unificación de las organizaciones de apoyo a las víctimas del terrorismo, que se han radicalizado aún más que los propios partidos políticos, con todo lo cual se está logrando que en estas aguas revueltas acaben ganando sólo los terroristas y se perjudique sólo a las víctimas. Es un fracaso verdaderamente perfecto.
España se ha enriquecido mucho en los últimos años y lo ha hecho en todos los sentidos. Se ha enriquecido, sin duda, económicamente, pero también en cuanto a valores democráticos y en cuanto desarrollo sociológico, todo lo cual ha aumentado a su vez la capacidad para la objetivación y la crítica. Esas gentes lo que detectan ahora es un riesgo cierto de que todas las riquezas y capacidades que se han venido acumulando puedan ponerse en cuestión y en peligro por la irresponsabilidad de unos pocos. Y no lo van a aceptar. No podemos seguir así. No podemos levantarnos todas las mañanas con la misma cantinela cansina. Necesitamos ver y sentir un poco de racionalidad y de sensatez y, aunque sea soñar, un poco de idealismo, un poco de grandeza.

Anónimo dijo...

Alfonso Ussia, simplemente, brillante.Como siempre. En mi humilde opinión, un señor, un caballero de los pocos que quedan.Tiene un don, la palabra, la utiliza con singular brillantez. Su pluma, refinada, sensible, inteligente, pícara y seductora.Él, atractivo y soñador, da un toque de ironía y humor a sus palabras con las que refleja su pensamiento. Su voz, embelesa.Su último articulo, inteligente y veraz, mide sus palabras con increible mesura, no hiere, no insulta, no enfrenta. Nada que ver con las opiniones de Antonio Gala en algunos medios de comunicación, que desgraciadamente no llego a comprender.

king dijo...

La inclusión del comentario de A.G.W. en este apartado solo fue un error.

King.

Anónimo dijo...

si

Anónimo dijo...

Publicado en El Mundo

El alcalde de Vitoria, Alfonso Alonso, del PP, desmiente con sensatez la portada de ayer del periódico de Ramírez

Alfonso Alonso, alcalde de Vitoria por el PP, ha puesto, por fortuna, las cosas en su sitio. No es de extrañar. Al alcalde de Vitoria le adorna la virtud –no abundante entre muchos de sus colegas- de la sensatez. Y es que en una nueva exhibición de sensacionalismo, el diario El Mundo publicó ayer en portada -con fotografías de los dos protagonistas de la presunta noticia-, y con gran relieve tipográfico, lo siguiente: “Un matrimonio de concejales del PP al que ETA quería matar deja la política”.

El titular iba acompañado de sumarios como éstos: 1.- “La Policía cree que Vanesa Vélez, edil por Lasarte, y Ramón Gómez, electo por San Sebastián, eran el primer objetivo si de Juana moría” 2.- “Han decidido que no volverán a presentarse después de haber sido víctimas de ataques, pintadas y amenazas durante 10 años”.

Fuentes próximas a la investigación policial acerca del recientemente desarticulado Comando Donosti de ETA han revelado a elplural.com que “no hay ningún dato ni documento ni prueba alguna que permita afirmar que este matrimonio está o estaba en el punto de mira de los terroristas, en el caso –como se asegura en el diario que dirige Pedro J. Ramírez- de que De Juana hubiera muerto durante su huelga de hambre” Sólo se hallaron papeles sobre ambos de hace cinco años.

¿Qué ha puntualizado el alcalde Alonso? Ha subrayado que la decisión de abandonar la política por parte de este matrimonio fue adoptada hace unos meses. “No es una decisión –ha dicho textualmente- inducida por unas cuestiones de la actualidad”. Es más, el alcalde popular de Vitoria ha precisado que, una vez que ha crecido la familia (tienen una niña de diez meses), les “surgieron oportunidades en la empresa privada y decidieron cambiar de vida”.

Curiosamente, y en un ejercicio de ambigüedad –tan frecuente en el periódico mencionado-, en las páginas interiores se decía: “La pareja había anunciado hace apenas tres meses su intención de dejar la política para pasar a la empresa privada y volcarse en su hija de diez meses”. Incluso se puede leer que Gómez “niega que abandone la política por “aparecer en los papeles de ETA””. ¿Cómo se justifica, pues, que en primera plana apareciera esa noticia de tintes dramáticos, anunciando una retirada ya conocida públicamente?

“No permitas que la realidad te estropee un buen titular”. Este principio sagrado del viejo periodismo amarillo norteamericano ha vuelto a ser seguido al pie de la letra por El Mundo, especializado en este género de informaciones. El ejemplo más relevante viene siendo desde hace más de dos años la versión rocambolesca, y escasamente fundamentada, acerca de la autoría del 11-M.

Ahora que la teoría de la conspiración en torno a la masacre de Atocha atraviesa sus horas más bajas –si es que alguna vez han estado al alza-, Ramírez necesita continuar atrayendo lectores en base a noticias de gran impacto que, por otra parte, se transforman en editoriales a la medida.

Titular del editorial de ayer: “Que Zapatero explique por qué Vanesa y Ramón dejan la política”. Último párrafo: “El presidente Zapatero es el responsable político de esta situación y debería explicar por qué personas como Ramón y Vanesa se ven obligadas a tirar la toalla ante el desistimiento de quienes deberían proteger su vida y darles aliento humano”.

A partir de una premisa basada en una burda patraña de mentiras o verdades a medias, El Mundo construye sus tramposas conclusiones. El culpable de este asunto, naturalmente, Zapatero. “Cabe preguntarse cómo se pueden sentir personas como Ramón y Vanesa tras constatar la excarcelación de De Juana, el trato de favor a Otegi y los gestos hacia Batasuna. Es sencillamente para salir huyendo, como han hecho estos dos jóvenes concejales que quieren rehacer su existencia”, se precisa aunque sin retroceder ni un milímetro respecto a otro embuste. De Juana no ha sido excarcelado, aunque Pedro J. no quiera enterarse.

Zapatero no ha de explicar absolutamente nada sobre el cambio de rumbo –lógico y legítimo- en la vida de Vanesa y de Ramón. Debería ser, en cambio, Pedro J. el que explicara muchas cosas. Tendría que explicar por qué difunde una historia como ésta, que contiene elementos sustanciales con dosis notorias de manipulación. O de fantasía. Después de leer esa noticia, es como “para salir huyendo”. Sencillamente.